Inflación, recesión y tipos de interés: las perspectivas para un futuro próximo
Septiembre de 2024 por Ana Carrisso
Se ha acabado el verano y, aunque EE.UU. haya asustado a los inversores a principios de agosto con unos datos de empleo peores de lo esperado, seguimos pensando que los actuales riesgos de crecimiento e inflación se mantienen más equilibrados. Por tanto, mantenemos el aterrizaje suave como nuestro escenario base, aunque ahora le asignamos una probabilidad aún mayor, habiendo aumentado del 40% al 55% en nuestra última revisión del contexto macroeconómico. También asignamos una probabilidad del 30% de recesión, ya que creemos que la economía estadounidense se dirige hacia un escenario de desaceleración del crecimiento y de cierta relajación de las presiones inflacionistas. En definitiva, aunque el riesgo de recesión haya aumentado, no ha alcanzado niveles que nos incomoden, sobre todo porque creemos que las finanzas de los consumidores y las empresas siguen saneadas.
Inflación – ¿Qué va a suceder?
En términos globales, esperamos que el crecimiento de las grandes economías del mundo se estabilice o caiga ligeramente por debajo de la tendencia. También esperamos que la inflación continúe convergiendo hacia el objetivo del 2%, o próximo a este, que los bancos centrales pretenden alcanzar. Esta previsión nos da confianza para mantener una postura menos cautelosa en cuanto a la duración. Obviamente, la trayectoria de la inflación seguirá siendo una cuestión clave para nosotros. Nuestra percepción es que continuará siendo persistente —o "sticky", como dicen los anglosajones—, pero no subirá, y mucho menos volverá a los niveles de 2022. En nuestra opinión, la tendencia descendente de la inflación que observamos durante gran parte de 2023 parece haberse estancado en 2024. Posiblemente, la parte difícil de este proceso de ajuste para los bancos centrales será el tramo final de vuelta al objetivo en torno al 2%.
¿Qué esperar de la Fed?
Sin embargo, el ciclo de recortes de tipos ya ha empezado, aunque no de manera uniforme. El Banco Central Europeo (BCE), el Banco de Inglaterra (BoE) y el Banco de Japón (BoJ), entre otras autoridades monetarias de todo el mundo, ya han iniciado sus respectivos ciclos de recortes de tipos de interés. Es, por tanto, obligatorio vigilar el impacto de la reversión de sus políticas en la trayectoria de la inflación, al mismo tiempo que esperamos para ver cuáles serán los próximos pasos. En el momento en que escribo estas líneas, la Reserva Federal es el único gran banco central que aún no ha iniciado su propio proceso de reducción. Sin embargo, el consenso del mercado considera que la cuenta atrás ya ha comenzado, tanto por los débiles datos sobre el empleo publicados en septiembre como por las explícitas palabras pronunciadas por Jerome Powell en el simposio económico celebrado en agosto en Jackson Hole: “Ha llegado el momento de ajustar la política monetaria”. Aunque Powell haya afirmado que la Fed mantendrá su postura cautelosa, dependiendo de la publicación de datos macroeconómicos, de la evolución de las perspectivas y del equilibrio de los riesgos, también afirmó, para no dejar dudas, que la “dirección a seguir es clara”. En Fidelity, nuestro equipo macroeconómico cree ahora que es probable que la Fed recorte los tipos de interés en 25 puntos básicos, respetivamente, en las reuniones de septiembre y diciembre.
Pero aún puede haber sorpresas...
Dicho esto, es aconsejable prepararse para otros escenarios; como todavía es imposible conocer en toda su magnitud los riesgos que emanan actualmente de los mercados financieros, y teniendo en cuenta que aún podría haber sorpresas —en particular con las elecciones presidenciales de EE.UU. en noviembre—, no podemos descartar, en esta etapa, la posibilidad de recortes más frecuentes y mayores (hasta 50 puntos básicos) si las condiciones financieras se vuelvan más restrictivas. En este contexto, seguimos prefiriendo los TIPS (bonos vinculados a la inflación) estadounidenses frente a los bonos del Tesoro de EE.UU. Mantenemos nuestra infraponderación en deuda pública, prefiriendo en su lugar mantener posiciones en crédito de corto plazo.